En los tiempos establecidos reúnanse todos los Abades/Abadesas y traten de la salvación de sus almas y de las que a ellos/ellas han sido encomendadas. Ordenen lo que haya que enmendar o mejorar en la observancia de la Santa Regla o de la Orden y fomenten la paz y la mutua caridad. Se esforzarán por conservar el patrimonio de la Orden, y por salvaguardar y aumentar la unidad. (C.77)

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Homilía del Abad General para la Misa de Apertura de RGM 07/09/2011

Cuando san Lucas quiso expresar el núcleo y el propósito de la misión de Jesús a su pueblo, lo hizo en palabras del profeta Isaías: Jesús fue ungido con el Espíritu del Señor para traer buenas noticias a los pobres, liberar a los cautivos, dar vista a los ciegos, libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor. El Espíritu de Dios trae buenas noticias y libertad, sanación, vida. Es el espíritu del Año Jubilar que anula y rectifica las injusticias humanas y hace posible la vida para todos. Dios, en la experiencia de Israel, es un Dios que libra a su pueblo de sus aflicciones y le permite vivir. Es un Salvador, es misericordioso para los necesitados, los pobres.

En el evangelio de hoy encontramos que Jesús lleva el diálogo a otro nivel. Los pobres, los hambrientos, los que lloran y los excluidos por causa de Jesús son bienaventurados porque son sus discípulos y porque vienen a él buscando vida. Son bienaventurados porque él se preocupa de sus necesidades, y son bienaventurados porque su necesidad es el camino por el que llegarán a la verdadera y eterna felicidad. Su condición de necesitados atrae la misericordia de Dios y esto los abre a la vida con Jesús, a las bendiciones de su reino. En el fondo, en su necesidad están abiertos a ser renovados por Dios. Están abiertos a ser salvados.

Las malaventuranzas pronunciadas contra los ricos no son una condenación de los ricos sino una advertencia—no solamente porque no constituye necesariemante una bendición tener comodidades y ser altamente considerados en este mundo, sino porque de hecho esto puede ser un obstáculo para que los ricos se conviertan en discípulos, vean el mundo de forma diferente y acepten la salvación ofrecida por el mensaje del evangelio. Si no vemos la necesidad de ser salvados, entonces no necesitamos un Salvador. Y entonces perdemos la oportunidad de conocer el gozo de ser hijos de Dios, de vivir como hermanos y hermanas y de darnos a los demás. De hecho, el único camino para que los ricos se salven es compartir lo que tienen con los demás como lo vemos en la primitiva comunidad cristiana, en donde los discípulos compartían lo que tenían y se distribuía según la necesidad de cada uno.

El Espíritu del Señor entonces, el Espíritu de Jesús, es un espíritu que da vida, pero una vida que no es para este mundo solamente sino que es eterna y trae felicidad sin fin. La bondad de Dios, como dice el responso al salmo, es para todos. Y como san Pablo nos recuerda en la primera lectura, Dios no hace acepciòn de personas. Dios no tiene favoritos, sino que nos llama a ser discípulos y a revestirnos de la mente de Cristo.
Congregados en oración pedimos a Dios que su Espíritu, el Espíritu de Jesús, nos guíe en nuestro trabajo para la salvación de nuestras almas y de las que han sido encomendadas a nuestro cuidado. Que nuestra celebración de estos sagrados misterios nos renueve con el Espíritu de Jesús, nos ayude a trabajar rectamente en todo lo que hagamos y experimentemos la misericordia de Dios y de la Orden.